Si la tierra es un planeta espacialmente limitado, pues su superficie es de 510 millones de km2, podríamos aceptar, sin mayores discusiones, la afirmación de que el crecimiento sobre éste es finito; asimismo, que la explotación de sus recursos, esencialmente alimentos y recursos no renovables, es limitada, de tal manera que se puede producir una saturación de los sumideros que absorben elementos contaminantes.
En otras palabras, de seguir nuestra tendencia al crecimiento desbordaremos unos límites naturalmente impuestos y nos enfrentaremos a una «situación crítica de la actual civilización» abocándonos así a un colapso inevitable.
Precisamente es el estudio de los límites de carga lo que hace casi cincuenta años, en 1970, el Club de Roma, una asociación privada compuesta por empresarios, científicos y políticos, encargó analizar a un grupo de investigadores del Massachusetts Institute of Technology (MIT), bajo la dirección del profesor Dennis L. Meadows. Los resultados fueron publicados en marzo de 1972 bajo el título Los Límites del Crecimiento, popularmente conocido como el Informe del Club de Roma, cuyo predicamento aparece en la figura anterior.
Humanos habitantes de la tierra ¿podemos decir que vamos por buen camino o al despeñadero?
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