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miércoles, agosto 21, 2019

CRÓNICA DE UNA MUERTE SOCIOECONÓMICA Y AMBIENTAL ANUNCIADA

«Nada puede crecer indefinidamente en un medio finito».



Si la tierra es un planeta espacialmente limitado, pues su superficie es de 510 millones de km2, podríamos aceptar, sin mayores discusiones, la afirmación de que el crecimiento sobre éste es finito; asimismo, que la explotación de sus recursos, esencialmente alimentos y recursos no renovables, es limitada, de tal manera que se puede producir una saturación de los sumideros que absorben elementos contaminantes.

En otras palabras, de seguir nuestra tendencia al crecimiento desbordaremos unos límites naturalmente impuestos y nos enfrentaremos a una «situación crítica de la actual civilización»  abocándonos así a un colapso inevitable.

Precisamente es el estudio de los límites de carga lo que hace casi cincuenta años, en 1970, el Club de Roma, una asociación privada compuesta por empresarios, científicos y políticos, encargó analizar a un grupo de investigadores del Massachusetts Institute of Technology (MIT), bajo la dirección del profesor Dennis L. Meadows. Los resultados fueron publicados en marzo de 1972 bajo el título Los Límites del Crecimiento, popularmente conocido como el Informe del Club de Roma, cuyo predicamento aparece en la figura anterior.

Humanos habitantes de la tierra ¿podemos decir que vamos por buen camino o al despeñadero?

lunes, noviembre 23, 2015

AGOTAMIENTO DE LOS MODELOS DE PROGRESISMO EN AMÉRICA LATINA

A continuación se reproduce la entrevista realizada por Blanche Petrich en Colombia pocos días antes de los comicios argentinos, al sociólogo portugués, impulsor del Foro de Sao Paulo en los años 90 y catedrático de la Universidad de Coimbra, quien asevera que los modelos de gobierno progresistas de América Latina se están agotando (1).


Retroceso en Argentina, Venezuela, Brasil, Ecuador y Bolivia.
Aunque impulsaron cambios económicos, no fueron profundos. El imperialismo regresó con los golpes en Honduras y Paraguay. No hubo ruptura con el neoliberalismo. Así explica el catedrático la fatiga de las acciones impulsadas por algunos gobiernos sudamericanos.

A Boaventura de Sousa Santos, estudioso de los procesos sociales y políticos de Latinoamérica, le preocupa la incertidumbre que se cierne sobre nuestra región, ahora que el ciclo de gobiernos progresistas que impulsaron un profundo cambio en Sudamérica la década anterior entra en crisis. “Sí –afirma–, hay claros signos de agotamiento del modelo. Argentina y Brasil lo demuestran claramente.”
En una entrevista realizada en Colombia pocos días antes de los comicios argentinos, el sociólogo portugués, impulsor del Foro de Sao Paulo en los años 90 y catedrático de la Universidad de Coimbra, ya ubicaba las dificultades que tenía que remontar el sucesor de Cristina Fernández de Kirchner para salir victorioso en las elecciones. Y no lo logró.
Pero no sólo es Argentina. Venezuela, Brasil, Ecuador y Bolivia están en la misma curva de retroceso, según su análisis.
Para explicar el agotamiento de esos modelos de desarrollo, cada uno con características propias, el ensayista y autor de una veintena de obras sobre la globalización y los movimientos sociales, particularmente los latinoamericanos, se remonta a su origen. Los gobiernos sudamericanos, recuerda, llegan a la primera década del siglo XXI con un impulso brutal del neoliberalismo, marcados por desigualdades profundas. Pero también por movimientos de resistencia muy fuertes.
“No es por casualidad que organizamos en Brasil el Foro Social Mundial, que es una emergencia de luchas: el levantamiento zapatista, las batallas por el agua en Cochabamba y muchas otras. Y al mismo tiempo gobiernos progresistas van ganando elecciones. El primero fue Hugo Chávez. Con estos procesos se crean nuevos marcos constitucionales, algunos bastante rupturistas. Además, Ecuador y Bolivia introducen algo muy nuevo, con una marca indígena, conceptos como el suma qamañay, sumak kawsay (buen vivir) y pacha mama (madre tierra). Hubo voluntad política y un constitucionalismo transformador desde abajo, que no era de las élites ni de la clase política.”
Una oportunidad histórica que se aprovechó
Pero, agrega, los cambios económicos no fueron tan profundos como se requería. También pesó, naturalmente, el contexto globalHubo lo que podríamos llamar un relajamiento de la tutela imperial, por el involucramiento de Estados Unidos en Irak. Y esto lo aprovecharon las fuerzas progresistas. Pero en 2009 supimos que el imperialismo estaba de vuelta con el golpe de Honduras contra Manuel Zelaya; le siguió Paraguay, y ahora otras formas de intervención, los llamados golpes suaves.
Paralelamente, China irrumpe como potencia global, sedienta de recursos naturales. Los gobiernos progresistas vieron que vender a China sus abundantes recursos naturales era una forma de no entrar en confrontación con el modelo neoliberal.
En resumen, no hubo ruptura. De Sousa Santos recuerda la carta que Lula da Silva escribió a los brasileños cuando ganó la presidencia por primera vez, en 2003. Aseguró que iba a mantener todos sus compromisos con el Fondo Monetario Internacional.
El crecimiento que vivía su economía lo permitía. Aprovechó la oportunidad histórica de mantenerse en el poder y hacer una redistribución social sin precedente. Se crearon clases medias que no había, se aceleró el mercado interno. Pero esa misma oportunidad histórica no fue aprovechada para regular el capital financiero.
Agrega que en ese periodo, desde México hasta Argentina, aumentó el número de millonarios año tras año. Los bancos nunca ganaron tanto. La diferencia fue que en los países con gobiernos progresistas se desarrollaron políticas sociales sin precedente. Y en los otros (México y Colombia, principalmente) no.
Otros países plurinacionales, como Bolivia y Ecuador, desarrollaron otra contradicción en su seno. El Estado nacional penetró como nunca antes en todo el territorio. Pero al mismo tiempo la Constitución pluricultural que ellos impulsaron llegó a estorbarles.
Pone de ejemplo el caso del Yasuní ecuatoriano, reducto amazónico prístino, no tocado por la civilización, y con un riquísimo yacimiento petrolero por debajo. La nueva Constitución se propuso dejar el petróleo bajo tierra si las economías industrializadas pagaban 50 por ciento de la renta petrolera que el Estado iba a dejar de recibir por mantener la selva virgen. Era una idea totalmente revolucionaria. El problema es que en el fondo siempre fue un plan B, porque el plan A fue, y es, seguir con la explotación petrolera. Lo que pasó es que se impuso la necesidad de seguir con la redistribución social, y para lograrlo el gobierno profundizó el modelo neoliberal de acceso a los recursos. Esto significa expulsar campesinos, reprimir protestas, contaminar aguas. Y eso se está haciendo en todos lados.
Referencia
(1) Blanche Petrich (lunes 23 de noviembre de 2015). Agotados, modelos de gobiernos progresistas. Periódico La Jornada, p. 14. En

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