Hace 48 años, un día como hoy, ocurrió un grave desastre en el norcentro del Perú causado por la fuerza de la hasta hoy imprevisible y siempre indomable naturaleza. El apocalíptico terremoto del 31 de mayo de 1970 se desencadenó y sacudió no solo Áncash, sino otros tres departamentos del país: Lima Huánuco y la Libertad.
Las ciudades de Huaraz, Yungay, Chimbote y el pueblo de Cátac resultaron entre las más afectadas. Y como si esto fuera poco, un enorme alud se precipitó desde las cumbres de Huascarán norte y sepultó tanto a la hermosa ciudad de Yungay como al sufrido y estoico pueblo de Ranrahica con casi todos sus habitantes. El saldo de la catástrofe en todo el territorio afectado fue gravísimo: más de 70 mil muertos, 143 mil heridos, 800 mil damnificados y 3 millones de afectados en las áreas urbanas y rurales del territorio indicado.
Lo que pasó fue desgarrador, penoso e increible, probablemente para todos los que quedamos con vida. Se trató de la mayor hecatombe sufrida por el pueblo peruano durante el siglo XX y lo que va del siglo XXI, Fue tambien catalogada como una de las más graves y desastrosas de latinoamérica y del mundo. Hoy nos toca hacer una mirada retrospectiva a lo vivido, a lo sufrido en ese infierno de mayo, y emitir algunas lecciones aprendidas para las nuevas generaciones.
HOMENAJE A LOS CAÍDOS UN DÍA COMO HOY
La ocasión es propicia para rendir homenaje a los más de 70 mil muertos en ese apocalíptico día, El Día 31M un contingente humano valioso que se perdió para siempre y en el cual se cuentan a muchos parientes, amigos, vecinos, maestros y conciudadanos, de cuyos rostros alegres y risueños me recuerdo siempre. Si materialmente ya no están con nosotros, lo están espiritualmente, animándonos a seguir adelante. Fueron y son los hijos queridos de nuestro amado pueblo, a quienes la naturaleza arrebato la vida, así, de repente en un chasquido de los dedos. Otros podrían habernos contado entre ellos de no haber mediado el milagro de la vida y esperanza.
Por eso mismo, a los que sobrevivimos el fatídico azote de la naturaleza, nos corresponde recordarlos con añoranza, con afecto y con la tristeza de ya no gozar de sus gratas presencias, pero también con el deseo de no volver a sufrir lo ya sufrido y mucho menos que nuestros hijos e hijas padezcan lo que padecimos. A ellos le toca ahora y mañana seguir hilvanando los lazos que unen a nuestro pueblo y visionar un futuro común deseable y posible.
LECCIONES APRENDIDAS Y POR APRENDER
Este día es también propicio para, reflexivamente, reconocer que aún viviendo los momentos más aciagos y duros, fuimos testigos de experiencias sociales muy gratas, entre ellas de solidaridad. La ayuda al prójimo del resto del mundo se hizo presente, aún de los lugares más distantes y diferentes y asumiendo riesgos e incertidumbres. Los pueblos del mundo nunca escatimaron esfuerzos para ayudarnos con alimentos, abrigo, medicinas, carpas y hasta hospitales íntegros. Ahí destacan las ayudas de Cuba en Recuay y Carhuaz con la dotación de hospitales que aún existen hoy, los Estados Unidos, Francia, los países latinoamericanos con una diversidad de útiles, de Suecia en Recuay y Cátac con la construcción de viviendas antisísmicas de bajo costo, y tantos otros países hermanos que nos extendieron la mano amiga ofreciéndonos apoyo. Aquí es preciso resaltar la acción valerosa de los especialistas rusos que en misión de ayudarnos en la hecatombe perdieron la vida por nosotros en pleno vuelo. Ellos fueron y son los verdaderos mártires de la solidaridad humana. ¿Cómo olvidarlos? Todos ellos merecen nuestro mayor aprecio y reconocimiento, por siempre.
El apocalipsis del norcentro del Perú también generó valiosas lecciones de vida a todos los sobrevivientes, las cuales debemos seguir aprendiendo y reaprendiendo generacionalmente no sólo para enfrentar similares situaciones de desastre natural o inesperados siniestros y evitar las muertes masivas, sino también para prevenir futuros eventos análogos que causan dolor y muerte. Por eso, a los salidos de la catástrofe nos corresponde inculcar a las próximas generaciones la responsabilidad tanto social como individual en la construcción de la infraestructura social y productiva, la planificación urbana y rural, el monitoreo del crecimiento urbano con vivienda seguras, de la fuentes de desastres naturales y probables siniestros y, como no, de alistamiento social ante las contingencias.
La responsabilidad social y la solidaridad humana van siempre de la mano antes, durante y después de las tragedias como las ocasionadas por el terremoto y aluvión de 1970. Lo que nos queda es propiciar esa fusión y manifestación social en el momento oportuno y con el fin de minimizar las pérdidas humanas, materiales y espirituales. La planificación y precaución deben preceder al crecimiento de nuestras ciudades.
Pablo
Neruda cantó ante la desgracia peruana de 1970
Pablo
Neruda vino varias veces al Perú y, como lo tiene registrado El Comercio, “la
última vez lo hizo desde Italia para dar un recital y colaborar con los damnificados del terremoto
del 31 de mayo de ese año. Neruda hizo suya la noche del sábado 11 de junio, desde
las 7.30 pm, y por casi hora y media recitó 14 poemas en el salón de actos del
colegio Santa Úrsula de Lima».
Por ese
invalorable gesto, nuestra eterna gratitud a Pablo Neruda, el cantor del pueblo, de
los humildes y desvalidos, el Cantor de América. Colosal poeta latinoamericano
de todos los tiempos y espacios. Gratitud por haber acudido en el momento más
apremiante para apoyar a los miles de damnificados –yo fui uno de ellos- donde
murieron 70 mil personas, 143 mil quedaron malheridos y 3 millones afectados. Incansables gracias a nombre de mi gente y el mío propio por esa actitud tan humana y
solidaria con nosotros, tus hermanos ancashinos.
Pocos hombres hacen algo semejante y él fue excepcional. También lo fueron los rusos que murieron en su intento de llegar a tierras peruana para ayudarnos en esos infernales días. Neruda: fuiste, eres y serás uno de los poetas más grandes y humanos del mundo; y los voluntarios rusos, lo héroes de la solidaridad humana. Hasta siempre genio.
Pocos hombres hacen algo semejante y él fue excepcional. También lo fueron los rusos que murieron en su intento de llegar a tierras peruana para ayudarnos en esos infernales días. Neruda: fuiste, eres y serás uno de los poetas más grandes y humanos del mundo; y los voluntarios rusos, lo héroes de la solidaridad humana. Hasta siempre genio.
Enlace clave:
HUERTA, E. Semblanzas de Áncash del terremoto del 31 de mayo de 1970. En
https://es.scribd.com/doc/314320051/Ancash-Semblanzas-Del-Terremoto-Del-70-El-Dia-T
HUERTA, E. Semblanzas de Áncash del terremoto del 31 de mayo de 1970. En
https://es.scribd.com/doc/314320051/Ancash-Semblanzas-Del-Terremoto-Del-70-El-Dia-T