IFPRI, el Instituto Internacional de Investigación y Política de Alimentación (1), presenta en su primera página el drama de una mujer y madre peruana: se trata de “Domitila Revilla Romero (56 años), que vive en un pueblo joven de las afueras de Lima y trabaja como lavandera para ayudarse a mantener a sus tres hijos, su sobrino, y su nuera, pero lo que gana no le alcanza y viven precariamente. A medida que los precios de los alimentos aumentan, no sólo le es más difícil llegar al fin de mes, incluso, a veces no puede llevar comida a su mesa familiar. Se trata de una situación que le ahoga en lágrimas”, narra IFPRI (en inglés, la traducción es nuestra).
Precios de los alimentos y de los combustibles en nefasto matrimonio
En verdad, ese doloroso drama familiar no es único, pues se repite con matices distintos en cientos y millones de hogares, y no sólo en el Perú, sino en casi todos los países en vías de desarrollo e incluso en los suburbios de los países desarrollados. Los precios de los alimentos están aumentando vertiginosa e incesantemente, tal como se aprecia en el gráfico (para los casos del aceite de soya, maíz, arroz y trigo, bienes catalogados de pan llevar que casi han duplicado de precio en un año); pero es más, esta crecida se está asociando estrechamente con el alza de precios de los combustibles que se están disparando al cielo sin que nada pueda detenerlo, pues el petróleo crudo ya sobrepasó los 125 US/barril.
Consecuencia: está creciendo el hambre en el mundo
Así es, los más pobres del mundo están siendo afectados de doble partida por el alza de precios de los alimentos y también de los combustibles. En los países en vías de desarrollo una familia pobre suele gastar más de la mitad de su presupuesto en comprar alimentos (En Lima-Perú es del 58% en alimentos y bebidas; y casi 9% en transporte y comunicación, según el INEI). Esta es la razón de por que el aumento de precios golpea al ciudadano común y corriente.
Sin embargo, la FAO y casi todos los organismos de desarrollo mundial aseveran que esta crisis mundial de alimentos es un problema harto complejo e imposible de resolverse con enfoques simplistas. Queda entonces la necesidad de enfrentar el problema coyunturalmtne, en el corto, y estructuralemente en el largo plazo.
Viabilizar la ayuda alimentaria en el corto plazo
Mientras se estudie y encuentre inteligente y concertadamente una solución eficaz y duradera, urge hacer algo para ayudar a las poblaciones más vulnerables (sobre todo los niños pobres del planeta y madres en estado de gestación) para menguar los efectos de las drásticas alzas de precios de los alimentos; asimismo, para apoyar a los países en desarrollo con orientaciones de política y recursos humanitarios desde los países ricos para asistir alimentariamente en el corto plazo a esos grupos vulnerables e ir sentando las bases para aumentar rápidamente la productividad agrícola.
Claro que el largo plazo importa más, pero también empieza ahora. A futuro, la idea es que los pueblos puedan estar capacitados para satisfacer sus propias necesidades y no vivir siempre del regalo o la caridad. Como lo decía el Maestro Economista Dr. Virgilio Roel, "no hay peor cosa contra la humanidad que regalarle alimentos por siempre, porque es mutilar su capacidad productiva y humana, es agredirlo". En esa línea, corresponde fortalecer desde la iniciativa pública y privada el desarrollo integral de los pueblos, emprender proyectos de desarrollo alimentario eficientes y prospectivos, financiarlos y traspasar tecnologías.
¿Acaso no es posible que una pequeña parte de los enormes flujos de capitales internacionales que salen de los países del mundo sean destinados a las inversiones en la agricultura y la industria alimentaria mundial?
En el 2007 se tuvo un flujo de Inversión extranjera Directa mundial (IED) de 1,475 billones de dólares (2). Si tan sólo se destinara cada año un 10% de esa astronómica suma en financiar nuevos proyectos de inversión alimentaria en los países del mundo, otro sería el panorama de la alimentación mundial y de los pueblos, pero se prefiere destinar a otros rubros distintos de la alimentación de la población mayoritaria del mundo: los pobres del mundo.
Recuérdese que si la hambruna se desencadena podría hacer que quiebre o colapse el sistema mundial y, en tal caso, todos perderíamos, incluidos los capitalistas que serían los mayores perdedores. La inseguridad está creciendo en los países emergentes por causa de las desigualdades económicas y sociales y se está convirtiendo en una seria amenaza mundial que puede desestabilizar las endebles democracias y aún las más grandes. The Economist y Columbia University también han dado esa misma alerta en su informe sobre la inversiones mundiales(2).
De otro lado, también es preciso poner barbas al remojo a la producción de biocombustibles y buscar opciones energéticas económicas y sustentables, tal como ya lo sostuvimos en un artículo anterior en esta columna, donde, además, intentamos recoger las ideas clave para responder a estas cuestiones: ¿Por qué están aumentando los precios de los alimentos? ¿Cuáles son las implicaciones para la producción, comecialización, distribución y consumos de alimentos en el mundo? ¿Cuáles son las consecuencias para la vida de los pobres y la inseguridad alimentaria mundial? ¿Qué opciones tienen los encargados de formular políticas a corto y largo plazo en relación del tema?.
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(1) International Food Policy Research Institute, en http://www.ifpri.org/
(2) Cifra publicada en World investment prospects to 2011 Foreign direct investment and the challenge of political risk. Columbia University and The Economist (2007)
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