A continuación publicamos un artículo de la pluma del Premio Nobel Mario Vargas Llosa publicado en el Diario EL PAÍS, de España. Su contenido es una verdadera alerta para los peruanos creyentes de la democracia, respetuosos de los derechos humanos y practicantes de la honradez. Nos dice que el Perú se halla en estos días frente a una extraordinaria paradoja: evitar el socialismo o propiciar el retorno del fascismo y la corrupción. “Es la hora de la verdad”.
TRIBUNA: MARIO VARGAS LLOSA
PIEDRA DE TOQUE. La sucia campaña contra Ollanta Humala de
los partidarios de Keiko Fujimori hace temer lo que podría ocurrir si la
dictadura fuji-montesinista recuperara en la segunda vuelta el poder en Perú.
Aunque no
soy creyente, tengo muchos amigos católicos, sacerdotes y laicos, y un gran
respeto por quienes tratan de vivir de acuerdo con sus convicciones religiosas.
El cardenal Juan Luis Cipriani, arzobispo de Lima, en cambio, me parece
representar la peor tradición de la Iglesia, la autoritaria y oscurantista, la
del Index, Torquemada, la Inquisición y las parrillas para el
hereje y el apóstata, y su reciente autodefensa, Los irrenunciables
derechos humanos, publicada el 1 de mayo en Lima, justifica todas las
críticas que en nombre de la democracia y los derechos humanos recibe con
frecuencia y, principalmente, de los sectores católicos más liberales.
Extraordinaria
paradoja: con tal de evitar la llegada del socialismo, que venga el fascismo
En su texto, desmiente que dijera
jamás que "los derechos humanos son una cojudez" (palabrota peruana
equivalente a la española gilipollez) y afirma que, en realidad, a quien aplicó
tal grosería fue sólo a la Coordinadora de Derechos Humanos, una institución
dirigida por una ex religiosa española, Pilar Coll, que durante los años de las
grandes matanzas perpetradas por la dictadura fujimorista llevó a cabo una
admirable campaña de denuncia de los crímenes, torturas y desapariciones que se
cometían con el pretexto de la lucha contra Sendero Luminoso. (La Comisión de
la Verdad, que presidió el ex rector de la Pontificia Universidad Católica del
Perú, Salomón Lerner, ha documentado estas atrocidades).
El cardenal Cipriani desmiente,
además, que durante la dictadura hubiera guardado silencio frente a uno de los
crímenes colectivos más abyectos cometidos por Fujimori y sus cómplices: la
esterilización, mediante engaños, de unas 300.000 campesinas a las que, por
orden del dictador, los equipos del Ministerio de Salud ligaron las trompas o
castraron, asegurándoles que se trataba de simples vacunas o de una medida que
sólo temporalmente les impediría concebir. ¿Cómo es que nadie se enteró en el
Perú de que el arzobispo había encontrado reprobables estos atropellos? Porque
en vez de protestar públicamente ¡se limitó a hacerlo en privado, es decir,
susurrando con discreción su protesta en el pabellón de la oreja del dictador!
El cardenal no suele ser tan discreto
cuando se trata de protestar contra los preservativos y no se diga el aborto,
o, para el caso, contra quienes en esta segunda vuelta de las elecciones
peruanas apoyamos a Ollanta Humala. Por ejemplo, por haberlo hecho yo, me ha
amonestado de manera estentórea y nada menos que desde el púlpito de la
catedral de Lima, durante un oficio. Me ha pedido "más seriedad" y ha
clamado que cómo me atrevo a dar consejos por quién votar a los peruanos. El
cardenal está nervioso y olvida que todavía hay libertad en el Perú y que
cualquier ciudadano puede opinar sobre política sin pedirle permiso a él ni a
nadie. (Claro que las cosas cambiarán si sale elegida la señora Fujimori, la
candidata a la que él bendecía en aquel mismo oficio en el que me prohibía
opinar).
No sólo el arzobispo de Lima se
excede en estos días de campaña y guerra sucia en el Perú. Una connotada
fujimorista, también del Opus Dei, como monseñor Cipriani, Martha Chávez, ha
amenazado públicamente al presidente del Poder Judicial, el doctor César San
Martín, eminente jurista que presidió el Tribunal que condenó a 25 años de
cárcel a Fujimori por crímenes contra los derechos humanos, con esta frase
profética: "Tendrá que responder en su momento".
Pero acaso lo más inquietante sean
los intentos de purgar a los medios de comunicación, principalmente los canales
de televisión, de periodistas independientes y probos, que se resisten a
convertirse en propagandistas de la candidatura de la hija del ex dictador. El
caso más sonado ha sido el de Patricia Montero, productora general, y José
Jara, productor de un noticiero, ambos del Canal N, despedidos, según ha
denunciado la primera de ellos, porque los directivos estimaron que habían
"humanizado" al candidato Humala en los boletines (¿pretendían que lo
animalizaran, más bien?). Estos despidos han provocado una verdadera tempestad
de críticas, entre ellas de los más prestigiosos periodistas del propio Canal
N, en defensa de sus colegas, y amenazas de renuncias masivas en caso de que
continúe la caza de brujas. Lo cual parece haber paralizado por el momento el
despido de la prestigiosa y experimentada periodista del Canal 4, Laura
Puertas, a quien se reprocha también, por lo visto, padecer de total ineptitud
para el servilismo.
Finalmente,
una denuncia publicada el miércoles 4 de mayo en el diario La Primera, que
dirige César Lévano, precisa que el gobierno, apoyado por empresarios mineros,
habría encargado a los servicios de inteligencia del Estado un Plan
Sábana, destinado a destruir la campaña de Ollanta Humala con los
métodos delictuosos -espionaje telefónico, operaciones calumniosas y
escandalosas filtradas a la prensa para minar su prestigio y el de su entorno
familiar utilizando mercenarios y provocadores- con que, en 1990, el gobierno
conspiró contra mí cuando yo fui candidato a la Presidencia. La denuncia
proviene, al parecer, de militares y civiles del servicio de inteligencia
indignados de que se los utilice para fines políticos ajenos a su misión
específica.
Todo esto merece una reflexión. Si
estas cosas comienzan a ocurrir ahora, en plena campaña electoral, ¿no es fácil
imaginar lo que sucedería en el caso de que la señora Fujimori ganara las
elecciones y la dictadura fuji-montesinista recuperara el poder oleada y
sacramentada por los votos de los peruanos? Los periodistas decentes y
responsables expulsados de sus puestos no serían cinco (también han sido
despedidos tres de Radio Líder, Arequipa) sino decenas, y las radios, los
canales y los periódicos convertidos, como lo estuvieron durante los ocho años
de oprobio que vivió el Perú, en órganos de propaganda encargados de justificar
todas las tropelías y tráficos del poder y de cubrir de injurias y calumnias a
sus críticos. No sólo el doctor César San Martín sería víctima de su probidad y
entereza magisterial. Todo el Poder Judicial se vería una vez más sometido a
una criba implacable para apartar de sus cargos, o reducirlos a la total
inoperancia, a los jueces que se resistieran a ser meros instrumentos dóciles
del gobierno. Reparticiones públicas, Fuerzas Armadas, empresas privadas,
serían, otra vez, incorporadas al sistema autoritario para que, de nuevo, el
país entero quedara a merced del puñadito de forajidos que, entre los años 1990
y 2000, perpetró el más espectacular saqueo de las arcas públicas y los más
horrendos crímenes contra los derechos humanos de nuestra historia.
Quienes quieren semejante futuro para
el Perú no son muchos, pero sí son poderosos y, como están asustados con la
perspectiva de que Humala gane las elecciones y cometa los desafueros y
horrores de Hugo Chávez en Venezuela, están dispuestos a cualquier cosa con tal
de asegurar el triunfo de Keiko Fujimori. Extraordinaria paradoja: con tal de
evitar el socialismo, que venga el fascismo. ¡Y todo eso, en nombre de la
libertad, de la democracia y del mercado libre!
En verdad, la disyuntiva que tiene
por delante el Perú en las elecciones del 5 de junio próximo, es la de
salvaguardar la imperfecta democracia política que tenemos desde hace 10 años y
una política de mercado y de apertura al mundo que ha hecho crecer nuestra
economía de manera notable, o volver a un régimen dictatorial que, guardando
ciertas formas institucionales, restablecería en el gobierno a quienes, en
complicidad con Fujimori y Montesinos, destruyeron el Estado de derecho, se
enriquecieron cometiendo las más descaradas pillerías y durante ocho años
perpetraron horrendos crímenes con el pretexto de combatir la subversión. A mi
juicio en semejante disyuntiva la peor opción es Keiko Fujimori.
Ollanta Humala ha hecho un "Compromiso
con el Pueblo Peruano" que conviene tener muy presente, no sólo a la hora
de votar por él, sino sobre todo una vez que acceda al gobierno, para
recordárselo cada vez que parezca apartarse de alguna de sus promesas. No habrá
reelección. Se cumplirá con los tratados firmados, no habrá estatizaciones, se
respetará el derecho de propiedad y las Administradoras de Fondos de Pensiones
(AFPs), la lucha contra la corrupción será implacable, habrá una política de
apoyo social sostenida, sobre todo en los campos de la educación y la salud
pública, para los sectores más desfavorecidos, así como estímulos y facilidades
para la formalización de las empresas. El respeto al pluralismo informativo, a
la independencia de la prensa y al derecho de crítica será total. Estos puntos
han sido expresados, además, de viva voz, en las reuniones que ha celebrado el
candidato con la confederación de empresarios y las asociaciones de prensa.
Todo esto es perfectamente compatible con la democracia y con las políticas de
mercado vigentes y tiende a perfeccionarlas, no a recortarlas ni menos
suprimirlas. No sólo depende de la voluntad de Ollanta Humala que este
compromiso se cumpla. Depende, sobre todo, de que quienes lo apoyemos en la
elección del 5 de junio dejemos claro que es a estas políticas a las que damos
nuestro apoyo y que nos mantendremos firmes exigiendo su cumplimento.
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2011. © Mario Vargas Llosa, 2011.
Referencia:
Tomado de EL PAÍS, edición impresa. En
http://www.elpais.com/articulo/opinion/hora/verdad/elpepiopi/20110508elpepiopi_12/Tes
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