Desde la segunda parte del
Siglo XX, inmediatamente después de culminada la Segunda Guerra Mundial, la
humanidad entró a una nueva era a la que muchos llaman “Era del Conocimiento”, “Era
de la Información”, “Tercera Ola”, “Tercera Revolución Industrial” y otros más
que, en general, pueden ser agrupadas en la llamada “Era de la Postmodernidad”.
La globalización es un proceso económico, tecnológico, político, social, empresarial y cultural a escala mundial que consiste en la creciente
comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo uniendo sus
mercados, sociedades y culturas, a través de una serie de transformaciones
sociales, económicas y políticas que les dan un carácter global (…) es a menudo identificada como un proceso dinámico producido principalmente por la sociedad,
y que han abierto sus puertas a la revolución informática, llegando a un
nivel considerable de liberalización y democratización en su cultura política,
en su ordenamiento jurídico y económico nacional, y en sus relaciones
nacionales e internacionales (…) se ha expandido en las últimas décadas de la
edad contemporánea, impulsado durante la guerra fría y prosigue en el siglo XXI
y se caracteriza en economía por la integración de las economías locales a una
economía de mercado mundial, donde los modos de producción y los movimientos de
capital se configuran a escala planetaria (Wikipedia, 2018). La globalización es pues, un fenómeno
que se halla estrechamente unida a la post modernidad.
Según Mendoza (2014), diversos estudios sobre
globalización y los cambios que implica en la educación han puesto en
perspectiva la situación que prevalece en los sistemas educativos a nivel
mundial, donde se ha venido manifestando la necesidad de adaptar la educación a
la situación que atraviesa la sociedad globalizada. Según explica María José, la
globalización constituye una nueva y específica forma de relación
entre los Estados-Nación y la economía mundial, por la cual, los gobiernos
nacionales son forzados a buscar la modernización de sus economías nacionales y
a potenciar la competitividad internacional de sus sistemas de bienestar
nacionales. El fenómeno de la globalización que apareció hace ya algunas
décadas, coincidió con la crisis política del Estado de Bienestar y con la
crisis económica del petróleo, revelando connotaciones ideológicas propias del
neoliberalismo, ya que temporalmente coincide e incorpora elementos de la
filosofía política implantada por Margaret Tacher en el Reino Unido, lo cual
tuvo un fuerte impacto en los países anglosajones así como del mundo occidental
en su conjunto. Por otro lado, el auge y expansión de las nuevas tecnologías
han incidido fuertemente en el fenómeno de la globalización.
La posmodernidad se
vinculó en un principio con las innovaciones artísticas, tecnológicas y
científicas, y aún se refiere a un proyecto que continúa en evolución, con rasgos
que siguen conformando las tendencias derivadas de dicho movimiento (Gómez,
2013). Más aún, algunos autores consideran que el tiempo de la posmodernidad ha
concluido y plantean nuevas propuestas sobre los paradigmas que consideran vendrán
en el futuro, mientras otros proponen la concepción de enfoques con derivaciones
más elaboradas y adaptadas a la realidad de estos últimos años, pero tomando
como base las ideas originales de la posmodernidad; otros retoman aún los
conceptos de la modernidad con adaptaciones al contexto
actual. Entre las categorías más conocidas y reconocidas dentro de las
teorías de la Post-Postmodernidad figuran Altermodernidad (Bourriaud), Hipermodernidad
(Lipovetsky), Automodernidad (Samuels), Merformatismo (Eshelman), Digimodernismo
(Kirby) o Metamodernidad (Vermeulen y Van Der Akken), conforme lo citado también
por Mendoza (2014).
El movimiento posmoderno emergió en el ámbito
científico, filosófico, ético, de la crítica literaria, de la arquitectura y
las artes, asociado con ideas de ruptura, culto de lo nuevo, movilidad,
aceleración en la historia, discontinuidad, nuevo valor atribuido a lo
transitorio, lo esquivo, lo efímero, al relativismo, rebelión contra todo lo
que es normativo, imperativo y contra el tradicionalismo paralizante.
El
enfoque posmodernista, se caracteriza por dar paso a la diversidad, la
diferencia y las distintas voces, se puede considerar como un enfoque
relativista, que argumenta un rechazo al eurocentrismo y la injusticia social, del
mismo modo, justifica el carácter posmoderno de la sociedad actual debido a
aspectos económicos, sociológicos, psicológicos, políticos, epistemológicos y
tecnológicos. Su propuesta sugiere la desinstitucionalización
de la educación desplazando así la figura de la institución académica
tradicional.
Con un carácter
esencialmente relativista, el enfoque posmodernista enfatiza en especial el
contexto y la cultura, rechazando la naturaleza totalitaria de las metanarrativas
que se considera constriñen a la civilización en sistemas de pensamiento
totalitario y paralizante. La ilusión de que el centro europeo es de facto un
centro universal ha sido fuertemente criticada, sobretodo en un contexto actual
donde el orden mundial varía de una configuración bipolar a otra con carácter
multipolar, con el poder tan ampliamente distribuido que incluso las grandes
potencias ya no son capaces de imponer su voluntad a otras.
Según el
enfoque posmodernista, en esta etapa se deben tomar en cuenta los intereses de
las distintas culturas y también las voces individuales, así como las
tendencias globales, se hace un reclamo de solidaridad con los grupos
vulnerables y la protección a los más débiles en todas sus formas.
Frente a
la capacidad enorme y creciente de los medios para moldear a los sujetos y
mercantilizar concepciones como calidad, ciudadanía o democracia sujetos a intereses
específicos, se plantea como una característica más de la posmodernidad. Los medios
promueven una idea de éxito, de poder, de riqueza que se adoptan fácilmente en
distintos ámbitos; hoy en las instituciones académicas se habla de calidad, de
competitividad, de excelencia, de eficiencia y eficacia.
La postmodernidad, como
nueva y singular era, se distingue de todas las que le precedieron por su extraordinario dinamismo, puesto de
manifiesto en que todo cambia cada vez más rápido, tanto que los cambios en la
vida humana se ha hecho extraordinariamente vertiginosos respecto de las épocas
anteriores, marcado por el ritmo de las innovaciones incesantes en todos las
dimensiones del desarrollo humano, económico, social, político, cultural, etc.,
dando paso al progreso y el bienestar, pero a la vez, como contrapartida, a la
marginación de grandes masas de población empobrecida y subdesarrollada (Roel,
210).
Roel (2010) señala que la Postmodernidad está relacionada con una
inestabilidad total, es decir, una persistente inestabilidad económica, social,
política, cultural, ética, ambiental, etc., por cuanto las instituciones, normas,
conductas, procedimientos, la sociedad en sí, así como la propia mentalidad de
las personas se modifican y se habrán de modificar una y otra vez,
ininterrumpidamente. Ciertamente todos los incesantes cambios y en todos los
campos de la vida, han dado lugar a que la característica más saltante de los
tiempos que vivimos sea su carácter completamente inestable, tan sólo interrumpidos
por momentos de una estabilidad precaria y fugaz, pues, más temprano que tarde sobreviene
-y sobrevendrá- la inestabilidad. Precisamente es esta una definitiva
singularidad de Postmodernidad, de la época presente, a diferencia de los
tiempos anteriores cuando lo normal y permanente era la estabilidad, y sobre
ello se edificó toda la cultura humana.
Entonces, bajo ese contexto, referirse a la influencia
de la Postmodernidad en el campo de la educación, es admitir las nuevas formas
de conocimiento, actitudes y valores. Algunos, si no todos, con los nuevos rasgos
de la posmodernidad, tales como la resistencia a creer en los metadiscursos, el
énfasis en la comprensión de la heterogeneidad de grupos sociales e individuos,
la búsqueda de historias particulares y de la identidad individual, la
capacidad de los medios masivos de comunicación para moldear al sujeto, la
desconfianza ante el progreso, entre otros rasgos.
En este escenario global es
que se mueven todos los países del mundo, incluido el Perú, escenario que exige
un replanteamiento y redefinición de la educación, no sólo con nuevas orientaciones
teleológicas y perspectivas, nuevos rasgos, sino también con nuevas estrategias,
formas y procedimientos de realización. Es por ello preciso una reforma total
de la educación, porque no se puede educar a las personas que viven -y vivirán-
en una sociedad inestable o precariamente estable, de la misma manera que se
hizo en el pasado, cuando el común denominador de la vida social era la
estabilidad y sólo fortuita u ocasionalmente sobrevenía la inestabilidad. La
diferencia es, sencillamente, abismal y cada vez creciente. De modo que no
puede ni debe seguirse educando a las personas como en los siglos pasados. Se
necesita una educación radicalmente diferente para el siglo XXI, para la era de
la globalización y la postmodernidad.
Algunos países del mundo
como los nórdicos (liderados por Finlandia), Japón Canadá, Australia, y Nueva
Zelanda, así como los del sudeste asiático (China, Corea del Sur y Singapur) otrora
más pobres y atrasados que nuestro país, ya están entendiendo que esto es así y
vienen emprendiendo rápidos agigantados cambios en la educación de sus hijos.
Sin embargo, la mayoría, sino todos los países subdesarrollados como el Perú y los
otros de América Latina, aún no despiertan de su profundo letargo y se están quedando
rezagados históricamente frente a los vanguardistas del siglo XXI.
¿Qué transformaciones
debe emprender el Perú, de manera particular, para adecuar su educación de la
manera más conveniente y viable a la globalización y postmodernidad? ¿Cuáles
son las características generales y específicas de esos cambios con rasgos
peruanos que deben llevarse a cabo? ¿Qué agenda debe seguir la investigación en
el siglo XXI? ¿Quién o quienes deben promover y ejecutar esos cambios no sólo necesarios
sino urgentes? He aquí el gran reto para los científicos, académicos y políticos
que tienen verdadera vocación y compromiso de servicio al pueblo peruano. Es
preciso abrir el debate a todos los confines del país y hacer llegar nuestros
aportes desde los más diversos puntos de vista, sin importar que sean los
mejores o los más modestos, o de derecha, izquierda o centro. El Perú nos necesita
a todos, ahora y, generacionalmente hablando, es una gran oportunidad, pues,
probablemente, no tengamos otra mejor.
Referencias
Mendoza, Alejandro (2014). Disponible en
Roel, Virgilio (2010). Borrador del artículo De la
educación en tiempos de estabilidad a la educación los tiempos de inestabilidad,
cedido
gentilmente al autor del presente.
Wikipedia, la enciclopedia libre. En https://es.wikipedia.org/wiki/Globalizaci%C3%B3n
(Consultado el 10 de mayo de 2018).