Según proyecciones de Bank of America Merril Linch, firma influyente en los pronósticos económicos a nivel mundial, el PBI de nuestro país crecería apenas 2.1% en 2015, por lo que continuaría la desaceleración económica iniciada en 2009, que no se ha podido remontar hasta hoy y es un oleaje nefasto y tardío de la crisis financiera global de 2008. En el 2014 el crecimiento sólo alcanzó a 2.35% y fue el más débil de los cinco últimos años (1); en febrero último se creció apenas en 0,94%, muy por debajo de las expectativas empresariales. Lamentablemente, la conjunción de factores externos e internos empuja a la economía peruana (y también a la latinoamericana) hacia un horizonte recesivo y hace presagiar un futuro nebuloso e incierto para el 2016-2017, salvo cambios extraordinarios en el entorno internacional y en la política económica y social interna.
En
diciembre pasado, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática
(INEI), el Producto Bruto Interno (PBI) creció sólo 0.54%, con lo cual se
alcanzó una tasa de 2.35% en 2014; y en febrero de 2015 se creció apenas en 0,94%, muy por debajo de lo esperado por el sector empresarial, haciendo presentir que la recuperación económica será débil. Estas cifras marcan el crecimiento más bajo observado
desde el año 2009; además, se espera que este año el dólar alcance su "precio de
equilibrio", estimado en alrededor de S/.3.30 (2). Explican este magro desempeño la actuación conjunta de determinantes económicos y políticos tanto externos como internos.
Desde el lado externo, la persistente caída de los precios de los commodiites, particularmente de los metales que exporta el país, ligada estrechamente con la desaceleración de la economía china (principal socio comercial del Perú en los últimos años), las expectativas de aumento de la tasa de interés por la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED), el estancamiento de la economía japonesa y la aún indetenible crisis de la eurozona, donde Grecia aparece como el eslabón más débil.
Desde el lado interno, también agobian la persistencia de una estructura productiva primarizada, poco diversificada y dual (entre lo tradicional andino y moderno limeño); la retracción de la inversiones privadas y públicas; las trabas y distorsiones en la descentralización regional y local; la ineficacia de la política fiscal anticíclica que no ha logrado detener la desaceleración y mucho menos impulsar la recuperación económica, con lo cual se va acentuando las crisis empresariales y el desempleo, pese a los crecientes gastos en los programas sociales y, lo que es peor, cada vez se hace más evidente la creciente debilidad institucional asociada a la megacorrupción, los graves escándalos de algunos políticos ex gobernantes, el desgobierno en la esfera pública y, como no, el clima de inseguridad social que vive el país vinculada a la creciente violencia.
En el futuro se avizora la continuación de la caída de precios de los comodities como secuela de la desaceleración económica de China, que posiblemente exacerbe los desequilibrios externos y afecte la balanza comercial y en cuenta corriente, lo cual podré repercutir consiguientemente en el nivel general de precios. Se espera, asimismo, una subida de la tasa de interés en los EE.UU. anunciada desde hace algún tiempo.
Es probable que, en el corto plazo, ante el aumento del desempleo y el alza de los precios no tarden en manifestarse las reclamaciones del sector
laboral, tanto público como privado, cuyas remuneraciones se hallan prácticamente
congeladas en los últimos años, pese al denominado "milagro económico peruano"; a diferencia de los elevados ingresos y riquezas acumuladas por las grandes corporaciones extranjeras y también nacionales que ya se exhiben en las
vitrinas de Forbes. La inequidad es y será cada vez más un fuerte motor de los conflictos sociales en el país.
Alonso Segura, ministro de
Economía y Finanzas (MEF) aseveró hace unos días que “En noviembre ya sacamos la
bazuca para usarla a lo largo de todo el 2015”, refiriéndose a las
medidas contracíclicas que el gobierno adoptó para enfrentar la desaceleración
de la economía. Se mostró así reacio a lanzar nuevos ‘paquetes’ para reactivar la economía, a pesar de los reiterados pedidos de los empresarios y
gobiernos intermedios del país y no obstante que las medidas adoptadas hayan logrado reanimar la
economía y poner fin a la desaceleración. El empresariado, a través del nuevo
presidente de la Confiep, Martín Péres, viene criticando fuertemente las
palabras del ministro y persiste en que se les atienda. Estos desencuentro económico-político puede desestabilizar aún más al gobierno que, además, se acerca al final de su mandato.
Por
lo demás, a estas alturas, es también perceptible el deterioro de la confianza y las expectativas de los agentes económicos, situación que parece estar vinculada estrechamente a la débil institucionalidad antes descrita, a los
conflictos sociales latentes, a la inestabilidad política gubernamental in crescendo y la extendida corrupción, a la violencia social callejera, a la proximidad
de la elección presidencial de 2016, y también al impacto tardío de El Niño 2015-2016, además de otros factores contingentes.
El
horizonte económico y social del país se está nublando y, por lo visto, tornándose cada
vez más incierto y menos esperanzador. ¿Acaso la economía de nuestro país está ingresando a una etapa de franca recesión?. El tiempo confirmará o desechará estos temores, finalmente.
Referencia:
Economía peruana en RECESIÓN. Análisis de Jorge Gonzáles Izquierdo.
Reciente experiencia de RECESIÓN en México
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