Estados Unidos de Norteamérica
entró a una crisis política por causa de las expectativas partidarias de
republicanos y demócratas en las próximas elecciones. John Boehner logró
la aprobación de su plan sobre el levantamiento del techo de deuda tras ceder a
la presión del Tea Party e incluir una gigantesca concesión de la extrema
derecha; pero fue una victoria pasajera, pues casi de inmediato, los demócratas
lo rechazaron en el Senado, con lo que se pudo de manifiesto la incapacidad de
la clase política de forjar una solución
consensuada. La ingobernabilidad parece haberse instalado en el sistema
político del país del Tío Tom y está arrastrando a la economía hacia un
peligroso despeñadero de consecuencias mundiales incalculables.
El republicano John Boehner
logró sacar adelante en el Congreso su plan, que planteaba un recorte del gasto
de casi un billón de dólares en los próximos 10 años y permitiría elevar el
techo de deuda, actualmente en 14,3 billones de dólares, hasta finales de este
año, pero obligaría a una nueva votación a comienzos de 2012. Boehner necesitaba 210 votos y logró
218, al votar en contra varios diputados de su partido. Y es que en contra está
el Tea Party, que considera este plan demasiado blando.
Sin embargo la solución republicana prácticamente nació muerta,
porque los demócratas aprobaron una moción para bloquear el «plan Boehner» en el Senado aduciendo
que no responde a las necesidades del país. Los demócratas, liderados por Obama
defienden un programa con recortes de 2,2 billones de dólares en la próxima
década y aumentar el tope de deuda hasta 2013. Así evitarían un nuevo debate
económico el 2012, en el que Obama busca su reelección. Empero, para sacar
adelante su plan necesitan el voto de al menos 43 senadores republicanos y todos han dicho que votarán en contra (1).
Esta evidente crisis política está a punto de arrastrar al mundo hacia
una grave incertidumbre económica por culpa de la ingobernabilidad en la que ha
entrado su sistema político. Ambas cámaras del Congreso se muestran incapaces
de sacar adelante una ley viable que evite la suspensión de pagos y ninguno de
los dos partidos ofrece una alternativa válida para el otro, a pesar de que el
Presidente Obama ha invocado una urgente
solución bipartidista antes del dos de Agosto próximo y no obstante que el ex
Presidente republicano Bush fue el
que más contribuyó al crecimiento del déficit público con su política.
De manera que, Estados Unidos sólo espera de un milagro que le
salve del grave cataclismo que puede sobrevenir
a una quiebra de la economía más grande del mundo que, por estar relacionada a
casi todas las economías del planeta podría tener un impacto de consecuencias
incalculables. El milagro tiene que realizarse en estos días, en la forma de un acuerdo
parlamentario.
Aunque los republicanos y demócratas dicen ser conscientes de la gran
importancia de esta decisión, no han dado muestras de forjar el necesario
consenso hasta la fecha por estar ceñidos a los intereses electorales de sus
propios partidos en 2012. La salud económica de los Estados Unidos está en
manos de sus políticos que hoy se mueven por sus propios intereses. En cuatro
meses empieza la campaña para las primarias republicanas, y en 2012 unos y
otros se juegan el futuro político (2).
De manera que solamente queda la opción de un pacto bipartidista,
para lo cual los demócratas deberían de hacer concesiones que, probablemente,
les privaría del apoyo de la izquierda, y los republicanos se verían,
seguramente, obligados a prescindir del Tea Party en la Cámara de
Representantes. Ese pacto tendría que establecerse sobre la base de una
extensión del techo de deuda hasta después de las elecciones a cambio de un
mayor recorte del déficit, por supuesto sin elevar los impuestos, algo a la que
ya han renunciado los demócratas. Sería un pacto de los moderados. Los hay
suficientes en ambas Cámaras como para poner fin a esta crisis. Pero eso exige
una actitud muy decidida y rápida de parte de los dos partidos, especialmente
de los republicanos, algo que no se percibe en estos días, a pesar de que la
pitada del último tren ya anunció su llegada y partirá en los próximos dos días.
En las últimas elecciones, el Tea Party se infiltró
sobre los republicanos con la promesa absoluta de "limpiar
Washington", acabar con la clase política tradicional y devolver el
protagonismo al pueblo, como una romántica reedición de la revolución
fundacional norteamericana y hoy tiene
tal fuerza que ha logrado acorralar a las figuras más moderadas, como muestra
el débil liderazgo que tiene ya el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner (3).
De otro lado, recientemente se ha dado a conocer del modesto
crecimiento económico del 1,3%, que no hace sino recordar a todos que está en
ciernes el riesgo de una nueva recesión que nadie desea, por lo que no debe
permitirse actitudes que dificulten la ansiada recuperación o, peor aún, agraven
la caída.
El pésimo espectáculo que los
gobernantes de Washington ofrecen a la nación afecta indudablemente a la imagen
del presidente Obama, el máximo símbolo de la política norteamericana, cuya
popularidad, según el sondeo de Gallup el viernes último alcanzó el mínimo
histórico del 40%, proporción que de por sí refleja el desdén de los ciudadanos
a la política actual.
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