A continuación reproducimos el artículo de Xavier Caño Tamayo, Periodista y escritor español, sobre uno de los temas noticiosos que ha impactado sorpresivamente en el ambiente político de casi todos los los gobiernos de los países del mundo: Wikileaks y el rol de su valiente y cerebral fundador Julian Assange. Ciertamente unos apoyan la difusión de los documentos "secretos" del poderoso gobierno norteamericano por Wikileaks, y otros lo condenan argumentando que afectan las intimidades de las personas, que son asuntos de Estado y que ponen en aprieto a quienes fungían de auténticos promotores y defensores de la democracia. Lea el artículo y saque sus propias conclusiones.
Julian Assange debería ser asesinado, según
un tal Flanagan, asesor del primer ministro de Canadá. El asesinable Assange es
el fundador y director de Wikileaks, organización que ha dejado con las
vergüenzas al aire a la clase política de Estados Unidos y de otros países al
difundir miles de documentos del Departamento de Defensa y de las embajadas
estadounidenses. Documentos “clasificados”, muy secretos. Lo de convertir en
secretos documentos oficiales es una práctica nada democrática de gobiernos que
presumen de democráticos; práctica que, como recuerda el sociólogo Manuel
Castells, es en realidad la “capacidad de silenciar en la que se ha fundado
siempre la dominación”. Como escribe el constitucionalista Bill Quigley de la
Universidad de Nueva Orleans, “desde el 11-S, los políticos creen que no deben
compartir sus ‘secretos de estado’ con los ciudadanos”.
Afortunadamente existe Wikileaks.
La difusión de documentos “clasificados” ha destapado corrupciones, abusos y
violaciones de derechos humanos, juego sucio para impedir hacer justicia,
investigar torturas y matanzas en todo el mundo. También actuaciones
autoritarias o delictivas de mandatarios, lavado de dinero que salpica a gentes
“honorables”, atrocidades perpetradas por fuerzas armadas de Estados Unidos y
Gran Bretaña en Irak... Que tal labor es importante lo prueba que Wikileaks
haya recibido por su tarea premios de entidades tan dispares como el
conservador The Economist o Amnistía Internacional.
Como era previsible, Wikileaks está ahora en
el punto de mira. Pero quienes atacan a Wikileaks no cuestionan la veracidad de
lo difundido; critican la difusión de documentos con la despreciable falacia de
que pone en peligro a tropas americanas o de sus aliados. Políticos
estadounidenses han farfullado la inefable majadería de que las filtraciones de
Wikileaks son terrorismo porque arriesgan vidas. Pero oficiales estadounidenses
han reconocido que “la publicación de esos documentos no ha producido muerte alguna”.
Por cierto, son los mismos políticos que aprobaron bombardeos de saturación de
Bagdad y otras ciudades iraquíes que costaron miles de vidas.
Hillary Clinton, Secretaria de
Estado de Estados Unidos, ha reaccionado en falso al decir que “esta revelación
es un ataque a la comunidad internacional”. ¿Qué ataque? ¿De qué comunidad habla? Y miembros de la Cámara de
Representantes de EEUU han pedido a la Secretaría de Estado que añada Wikileaks
a la lista de organizaciones terroristas. Sería cómico, si no fuera tan
lamentable.
Por si fuera poco, algunos medios de
comunicación (no al servicio de los ciudadanos, por cierto) colaboran con los
ataques de servicios de inteligencia contra Assange y Wikileaks. Fox News,
portavoz de la extrema derecha estadounidense, ha propuesto incluso que Assange
sea asesinado. Algo viejo como el mundo, porque ya en la Grecia clásica los
tiranos mandaban asesinar al mensajero. Pero el mensajero no es responsable de
lo canallesco de los mensajes.
Lo ofensivo es que los diversos mandatarios
afectados no se avergüenzan ni se arrepienten por lo que han perpetrado y
Wikileaks ha desvelado, pero se rasgan las vestiduras porque ahora se conocen
sus fechorías.
Conviene recordar el artículo 19
de la Declaración Universal de Derechos Humanos, cuyo 62º aniversario se ha
celebrado el 10 de diciembre: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de
opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de
sus opiniones, el de investigar y recibir
informaciones y
opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de
fronteras, por cualquier medio de expresión”.
El presidente saliente de Brasil, Lula da
Silva, ha expresado su total solidaridad con Julian Assange y se ha mostrado
“espantado ante la falta de manifestaciones” en el mundo contra la prisión de
Assange. “Quiero manifestar mi protesta contra ese atentado contra la libertad
de expresión. En vez de culpar a quien ha divulgado esos documentos, deben ser
culpados quienes los escribieron”.
Wikileaks contribuye a garantizar nuestro
derecho ciudadano a saber la verdad. La información es la savia de la
democracia, decía Thomas Jefferson, y quien impida ese derecho a la información
ataca la democracia.
A fin de cuentas, como ironizaba una
ilustración humorística, “¡qué horror, el mundo es tal como nos temíamos!”. Por
eso, porque lo intuíamos y ahora sabemos, hay que continuar luchand o por el
derecho a la información. Contra cualquier autoritarismo.
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