La Economía Peruana necesita, ahora
más que nunca, emprender un Gran Cambio en democracia, si quiere salir del
estancamiento y evitar el riesgo de la recesión, de continuar insistiendo
en el tradicional e inequitativo sistema primario-exportador. El Cambio debe
apuntar al bienestar humano de todos los peruanos o, al menos, de las clases medias y pobres aún postergadas y engañadas, cuyo status social corre peligro de disminuir en el primer caso, o agravarse en el segundo, en el marco de esta difícil situación.
El
sistema está fallando
La actual circunstancia socioeconómica nacional
y mundial es preocupante, sobre todo para las poblaciones mayoritarias que
sufren sus consecuencias. Como lo dice Stiglitz, el sistema imperante está fallando, se mire por donde
se mire y, de persistir su aplicación, seguirá complicando los males que, por su naturaleza genera, esto es: desigualdad, pobreza, corrupción, desempleo, delincuencia, inseguridad y más y
más conflictos sociales.
El panorama actual
La Economía Peruana, pese al pequeño
“rebote” del 2015, se halla en una situación de estancamiento, tal como se
demuestra en el gráfico inicial, y ya son perceptibles sus secuelas de quiebra
y cierre de empresas, desempleo y subempleo laboral (sobre todo de la fuerza
laboral joven).
De ahondarse la situación es de esperar el recrudecimiento de la pobreza cuya proporción es aún alta tanto en el área rural como en el urbano marginal.
La desigualdad, que se venía reduciendo ligeramente, también sigue en niveles elevados a lo largo y ancho del país y también podría agravarse y desencadenar graves conflictos laborales, sociales y ambientales.
De ahondarse la situación es de esperar el recrudecimiento de la pobreza cuya proporción es aún alta tanto en el área rural como en el urbano marginal.
La desigualdad, que se venía reduciendo ligeramente, también sigue en niveles elevados a lo largo y ancho del país y también podría agravarse y desencadenar graves conflictos laborales, sociales y ambientales.
Al acentuarse la desaceleración
económica ocasionada por la crisis financiera internacional de 2008 que se inició en los Estados Unidos y se expandió a otros países desarrollados, ahora está llegando con efecto
retardado a los países emergentes y en vías de desarrollo, como el Perú y otros de América Latina y Asia.
Si bien el gobierno adoptó políticas de reactivación anticíclicas, éstas fueron tardías y débiles. Se incrementó en algo el gastos público y se dieron facilidades a la gran inversión extranjera, sobre todo minera, para poner en marcha los nuevos proyectos, lo cual, objetivamente, ha permitido un leve “rebote” del crecimiento económico en el año 2015 por una mayor producción física, pero a futuro, es incierta la aceleración económica dada la persistente caída de los precios internacionales de las materias primas y las compras de China, la gran potencia industrial, pues tales factores mantienen históricamente una relación directamente proporcional.
Si bien el gobierno adoptó políticas de reactivación anticíclicas, éstas fueron tardías y débiles. Se incrementó en algo el gastos público y se dieron facilidades a la gran inversión extranjera, sobre todo minera, para poner en marcha los nuevos proyectos, lo cual, objetivamente, ha permitido un leve “rebote” del crecimiento económico en el año 2015 por una mayor producción física, pero a futuro, es incierta la aceleración económica dada la persistente caída de los precios internacionales de las materias primas y las compras de China, la gran potencia industrial, pues tales factores mantienen históricamente una relación directamente proporcional.
Sin embargo, a pesar de la desaceleración y estancamiento,
la renta privada ha venido aumentando en el tiempo, pero
a costa del deterioro de la renta pública; es decir, la factura de la
crisis económica actual la está pagando el Estado y no así el sector privado, tal como se muestra en el siguiente gráfico basado en los datos recientes del Banco Central de Reserva.
Las políticas de reactivación económica del gobierno no están sirviendo
mucho para estimular la inversión privada interna y externa (esta última se ha desplomado), tampoco del consumo
interno y, mucho menos contribuyen a reducir la enormes brechas de la
infraestructura productiva y social ni poner las bases de una transformación estructural con equidad, fundado en la innovación científica y tecnológica del país, acorde
a las exigencias de la globalización actual liderada por la dupla EE. UU y China. En competitividad estamos rezagados y con tendencia a empeorar.
Urge
un Gran Cambio
Este es el preciso momento de adoptar
un gran cambio estratégico, es decir, realizar una fuerte inversión pública en
infraestructura productiva y social; en educación de calidad; en ciencia,
tecnología e innovación orientados a catapultar la diversificación y
especialización productiva con miras a fomentar una economía industrializada,
moderna y productora de conocimientos, un sistema que funcione fluidamente y haga
posible el logro del bienestar social de los peruanos, un sistema autofinanciado con una buena parte de las Reservas Internacionales que vienen derrochándose en acciones especulativas; asimismo en el aumento de impuestos progresivos a los ingresos y propiedades de los extremadamente ricos, tal como lo recomienda Thomas Piketty, a los que se complementaría el financiamiento externo, pero esta vez orientado hacia las prioridades del desarrollo nacional.
El Gran Cambio debe apuntar, insistimos, al logro
del bienestar común, es decir, a disminuir drástica y decididamente la creciente corrupción (o cleptocracia),
la pobreza, desigualdad, violencia, inseguridad social, el desempleo y demás problemas
conexos que envilecen y desmoralizan a la gente; y, asimismo, poner las bases y el andamiaje necesarios para forjar una
sociedad capaz de generar sus propios medios y alcanzar la felicidad.
Necesitamos un liderazgo democrático, innovador y confiable
De seguir las fuerzas determinantes del estancamiento, el
panorama económico para 2016 y siguientes años seguirá siendo incierto y
desalentador. Por eso es urgente realizar los cambios de manera rápida, innovadora y
duradera, sobre la base de un pacto social.
En esa línea, la elección presidencial 2016 es una
ocasión propicia para el surgimiento y selección de un líder político confiable, de mente abierta y moralidad demostrada, capacitado para el trabajo en equipo, de probada vocación de
servicio al pueblo, sobre todo de sectores de clase media y pobres,
una persona capaz de concebir y abanderar ese Gran Cambio de modo democrático, propiciando las mayores adhesiones de un electorado difícil:
pluricultural, multiétnico, desconfiado y disperso en el territorio nacional;
un electorado donde sobresale la clase media (incluida la emergente o vulnerable), por su mayor tamaño y porque en
momentos de crisis como éste, ve peligrar su frágil estatus social en relación del pobre, con quien, naturalmente, puede forjar fácilmente una alianza democrática que legitime el nuevo poder. Obsérvese estos datos.
Queda muy poco tiempo para definir la elección del líder político y los líderes regionales que encarnen el Gran Cambio. El proceso corre contra el reloj y enfrenta las vallas que se interponen e interpondrán hasta el día 10 de Abril de 2016 e incluso después, cuando ocurra la segunda vuelta, de no elegirse en la primera.
Queda muy poco tiempo para definir la elección del líder político y los líderes regionales que encarnen el Gran Cambio. El proceso corre contra el reloj y enfrenta las vallas que se interponen e interpondrán hasta el día 10 de Abril de 2016 e incluso después, cuando ocurra la segunda vuelta, de no elegirse en la primera.