En los últimos días la prensa mundial -y en contados casos la nacional- viene propalando a través de la televisión, la radio y otros medios como las páginas web de internet, noticias del aumento de precios de los alimentos básicos como el aceite, pan, fideo, arroz, la leche y las carnes, además de algunas hortalizas que componen la canasta básica del consumidor.
En relación de este hecho, algunos políticos superficiales y gente no especializada en temas económicos y agrícolas han calificado a este fenómeno de pasajero y estacional, achacando como causas esenciales del incremento de precios a la mayor demanda por semana santa, a la especulación, a las lluvias en la sierra y, cuando no, a los paros regionales. ¿Qué tan ciertas y valederas son esas afirmaciones? o ¿hay otra explicación objetiva y convincente al respecto?
Los precios se disparan y las remuneraciones se congelan
En el cuadro que antecede, elaborado con los datos del INEI (1), pueden apreciarse las variaciones de precios de algunos alimentos básicos (también llamados alimentos-salario) y las principales remuneraciones al trabajo en el Perú, desde julio del 2006 a marzo del 2008, vale decir el período de los 21 meses del actual gobierno de García. Se constata que, entre las variaciones, destaca el aumento de precios del aceite vegetal (56%), del filete de atún (26%), del pan (23%) y de la leche (15%), mientras que, muy por debajo de las variaciones de precios, la Remuneración Mínima Vital apenas se incrementó en 10%, los sueldos públicos en 3%, los privados en 0.1%; y peor aún, los salarios privados habrían descendido en -1.5%. No cabe duda de que los precios de los alimentos esenciales se están disparando y las remuneraciones al trabajo continúan congeladas.
El encarecimiento de los principales alimentos de la canasta familiar viene aminorando el poder adquisitivo de las remuneraciones de la mayoría de hogares peruanos que viven pricipalmente de su trabajo. El costo de vida está aumentando silenciosa pero significativamente en el Perú y en otras partes del mundo; sin embargo muy pocos usan la palabra para decir por qué suben y qué hacer ante ello.
Esta subida explica claramente el airado y justo reclamo de las amas de casa y jefes de familia en los mercados y las calles de la ciudad, al ver cómo sus ingresos pierden rápidamente capacidad de compra y ya no pueden ni siquiera comprar la misma cantidad de alimentos que hace dos años, por cuanto éstos no han tenido incrementos compensatorios. empero, esta dramática situación parece no importar a ciertos políticos poco comprometidos con el pueblo ni a ciertos medios de prensa que apenas la tratan tangencialmente y otras, ni siquiera la toman en cuenta.
No obstante, decir que los paros regionales ocasionan el aumento de los precios del aceite, del pan, el arroz o la leche en el mercado nacional, puede que esté provocando risas y hasta burlas en la gente, por cuanto los hechos no se presentan así: las alzas han venido sumandose día a día desde hace 21 meses y ahora se están presentando las protestas sociales. De modo que la relación de causalidad se da más bien a la inversa: el encarecimiento del costo de vida conlleva a las protestas sociales, tal como líneas adelante citaremos otras evidencias externas.
Las causas subyacentes al alza de los precios de algunos alimentos básicos
Argumentar aquella burda explicación es esconder intencionadamente o no el carácter oligopolista de la industria alimenticia, pues en la última década gran parte del sector se ha concentrado en pocas empresas multinacionales y grandes distribuidoras que pueblan nuestras grandes ciudades están aplastando el comercio tradicional de alimentos e imponiendo los precios que les aseguran las mayores ganancias, a partir de su posición dominante y señorial en los mercados.
Este aumento de precios es también el efecto pernicioso que viene teniendo, a nivel mundial, la producción de biocombustibles en los EE.UU, en la Unión Europea e inclusive en algunos países latinoamericanos como México y Brasil que están sacrificando áreas de cultivo del maíz, trigo, caña de azúcar y aceites vegetales para dedicarlos a pa producción de biocombustibles. La reducción de áreas de cultivo es cada vez mayor que está repercutiendo en la escasez de alimentos y, por consiguiente, el aumento de precios que -dicho sea de paso- no será por unos pocos días o semanas -como ingénuamente dicen algunos políticos- sino por largos años y talvez alrededor de una década, conforme los vaticinios de la propia FAO.
Más aún, dicho encarecimiento parece ser también una consecuencia de la depreciación del dólar y la turbulencia financiera a nivel nacional y mundial (sobre los cuales nos hemos referido reiteradamente en varios artículos en este mismo blog).
La crecida de precios de los alimentos también se debe al incremento del precio del petróleo que, por su naturaleza básica, encarece toda la cadena de la producción y distribución de alimentos. El aumento de precios del petróleo hace noticia cada día al romper reiteradamente su propio record.
De mismo modo, el alza de precios se debe al cambio climático global, cuyos ribetes van desde las sequías que padecen muchos países, entre ellas la que recientemente sufrió Europa del Este que redujo las reservas de grano, hasta el exceso de lluvias en muchas regiones como la costa norte y la sierra del Perú que están afectando las remesas de alimentos a los mercados de consumo.
Como si todo esto fuera poco, el encarecimiento de los alimentos también se debe a la demanda creciente de éstos y de materias primas agropecuarias por parte de los países emergentes (entre ellos China e India) por la mejora de sus ingresos, frente a lo cual la oferta de alimentos permanece casi en el mismo nivel en el plano mundial.
Como puede notarse, casi todos los factores determinantes del aumento de precios de los alimentos básicos no son coyunturales o estacionales, sino más bien estructurales y permanentes.
Para mayor comprensión, por ejemplo, veamos el factor clave: la producción de biocombustibles o agrocombustibles.
Producción de agrocombustibles y escasez de alimentos
Para aclarar el impacto mediático que tiene la producción de agrocombustibles es preciso remontarnos a los acuerdos del Protocolo de Kyoto, suscrito en el año 1997. Es allí donde se hizo la denominada apuesta mundial de múltiples objetivos: reducir el calentamiento global, hacer frente a la crisis petrolera y aumentar la autosuficiencia energética mundial.
Desde entonces, la tendencia de los gobiernos, instituciones internacionales y empresas privadas del planeta es la de incentivar la producción y el uso de combustibles de origen vegetal (etanol y biodiesel) a costa de sustituir las áreas de cultivo de alimentos por los biocombustibles. Como quiera que esto irá en aumento, es posible vaticinar futuros incrementos de precios de los alimentos de consumo humano y, consecuentemente, el renacimiento del hambre a nivel mundial, sobre todo en los países más pobres (2).
La escasez de alimentos y la amenaza del hambre
Todo lo anterior explica de por qué las protestas sociales en el mundo ya no están motivadas principalmente por credos políticos, religiosos o ideológicos. Estos factores recurrentes han dejado su lugar a la escasez de los alimentos y su consecuente encarecimiento, al punto de pasar a ser un factor de conflicto dentro de los países y posiblemente lo sean entre países, toda vez que el hambre arrecie los estómagos humanos en vista de que cada vez se está produciendo menos alimentos y los precios de éstos suben sin parar a través del tiempo.
La escasez mundial de alimentos no solo está golpeando a 1,200 millones de pobres que hay en el planeta repartidos sobre todo en los países pobres como Haiti, donde la reciente crisis alimentaria costó, a inicios de este mes, la cabeza del mismo primer ministro Jacques Edouard Alexis, después de una semana de protestas cuyos saldos tienen varios muertos y heridos (1); por lo mismo en Egipto, la presión de la multitud frente a las panaderías causó recientemente la muerte de más de 20 personas por aplastamiento o por disputas callejeras luego de que el pan subió de precio en 35% y el aceite un 26%, más aún, el gobierno propuso suspender los subsidios a los alimentos y reemplazarlos por ayuda financiera a los necesitados; pero el proyecto presentado quedó en suspenso al estallar protestas (4). Otro tanto está ocurriendo en Filipinas.
Ante el alza del costo de vida urge tomar medidas efectivas
La gravedad del problema es tal que, por ejemplo en Chile, el gobierno de Bachelet ha tenido que recurrir al Congreso para que apruebe un bono de 45 dólares para las familias más pobres a fin de compensar en algo la crecida de los precios de los productos básicos de la canasta familiar, especialmente del pan.
La inseguridad alimentaria es actualmente una amenaza real para el mundo y por eso la Organización de las Naciones Unidas para los Alimentos y la Agricultura (FAO), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) están haciendo un llamado "urgente" para que se tomen medidas, porque de lo contrario, las 'protestas del hambre' podrían extenderse (3).
''Es poco probable que los precios vuelvan a los niveles de antes'', expresó Abdolreza Abbassian, secretaria del departamento de granos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), concordando con lo antes citado; es más, agregó que ''En la actualidad, si uno está en Haití, el consumidor no tiene otra salida que reducir el consumo, a menos que reciba subsidios del gobierno. Es un panorama despiadado, pero así son las cosas''.
La FAO estima que, en términos generales, los precios de los alimentos seguirán elevándose unos diez años más (4).
Recientemente el Presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick (5) afirmó ayer que los pobres gastan hasta el 75% de sus ingresos en alimentos. “En apenas dos meses, los precios del arroz se dispararon hasta alcanzar niveles históricos: aumentaron alrededor del 75% en el mundo”, afirmó. En el último año, agregó, "el precio del trigo se ha incrementado un 120%". El Banco Mundial estima que en los últimos tres años los precios de los alimentos en general han aumentado un 83%.
Teniendo en cuenta todos estos antecedentes, las autoridades peruanas deben aquilatar el problema del alza del costo de vida en su real dimensión y no actuar con “la estrategia del avestruz” escondiendo la cabeza bajo la arena de los spots publicitarios, sin reparar que la realidad crítica está allí, amenazante. Es preciso que se adopten cuanto antes medidas de política económica y social efectivas para paliar los efectos nocivos del alza de precios de los alimentos básicos que ya empieza a sentirse en nuestro país.
Las medidas de política monetaria que viene implantando el BCRP para encarecer el crédito -y que regirá desde mayo próximo- vía el aumento de la tasa de interés referencial (de 5.25% a 5.5%) y del encaje bancario para contrarrestar la inflación, talvez no sean suficientes y más bien tengan correlatos inhibidores de la producción. Es preciso recurrir a la política fiscal para romper el hielo que tiene congelada a las remuneraciones de los trabajadores y buscar incrementarlas directa o indirectamente. Aunque no guste a muchos neoliberales, es también necesario incorporar los subsidios a los principales alimentos básicos o realizar transferencias de recursos fiscales a los sectores más pobres de la población nacional, para evitar que el hambre haga cundir el pánico entre la gente.
Más aún y, en perspectiva, es necesario definir sesuda y duraderamente una Política Alimentaria Nacional, considerando que la vida del ser humano empieza por llenar primero el estómago. Sin comida no es posible estudiar ni trabajar. Se necesita dinamizar la agricultura mirando primero el mercado nacional. El hambre compromete el presente y futuro de ésta y las siguientes generaciones de ciudadanos, por lo que la orientación de las inversiones públicas debe respaldar la producción de alimentos básicos por el sector privado en el corto y mediano plazo.
Esperemos que la procesión no venga por dentro, trayendo consigo los grandes peligros. En todo caso, ahora que todavía se tiene un margen de maniobra razonable, hay que detenerla, talvez después sea tarde.